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El pasado 30 de octubre, el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía (BOJA) daba a conocer una estupenda noticia: el poeta almeriense Julio Alfredo Egea Reche ha decidido donar su archivo a la Biblioteca de Andalucía. El escritor, que hasta el momento preservaba sus múltiples fondos documentales repartidos entre sus diferentes residencias, ha señalado recientemente que esta decisión está enfocada a evitar la disgregación de sus papeles personales. Este tipo de problemática, que tiende a repetirse una y otra vez cuando los archivos se ven envueltos en complicadas testamentarías familiares, ya ha resultado en multitud de fondos sesgados, divididos, descontextualizados y por tanto, relativamente inservibles.

El archivo de Egea Reche recoge todo tipo de información: desde documentos oficiales de carácter personal hasta manuscritos originales de sus obras, pasando por recortes de prensa, fotografías, textos y dedicatorias de compañeros, tarjetas de comunicación de premios literarios, ¡incluso disquetes! A este paquete documental hay que sumarle además un interesante epistolario formado por telegramas y cartas, gran parte de ellas de colegas de profesión.

Desde la Biblioteca Villaespesa de Almería, institución que ha colaborado activamente en la valoración del fondo, recalcan la importancia de que autores como Julio Alfredo Egea estén representados en las bibliotecas. El material donado ya se está sometiendo a un proceso de digitalización que pronto permitirá la consulta por parte de los usuarios sin necesidad de acceder a los documentos originales, pues algunos se encuentran en estado de conservación muy delicado.

Con esta donación no sólo se asegura la pervivencia del fondo tal cual se ha conformado en vida del propio autor, sino que de esta manera, la memoria en papel del poeta se sumará a la memoria colectiva de Andalucía,sobre la que tanto tiene que decir su Biblioteca regional.Este centro, que comparte sede con la Biblioteca Pública Provincial de Granada, ha decidido adquirir además unos 6.000 volúmenes de la biblioteca personal del escritor andaluz. Los materiales ya han sido convenientemente valorados y sellados, si bien se ha alcanzado la decisión de que permanezcan en la residencia de Egea hasta el final de sus días.

Julio Alfredo Egea, nacido en 1926 en Chirivel, es sin ninguna duda una de las figuras más significativas de la poesía andaluza del siglo XX. Integrante de la llamada generación de los 50, fundador y redactor jefe de la revista Sendas, ha producido a lo largo de su vida una extensa obra que ha sido traducida a numerosas lenguas, como el inglés, portugués, alemán, francés, italiano, árabe, búlgaro y polaco. Gran parte de su producción literaria estaba repartida en periódicos y revistas especializadas, tanto españolas como americanas, hasta que el Instituto de Estudios Almerienses (IEA) decidió recopilar sus palabras en una obra en 4 volúmenes, dos dedicados a su poesía y dos para su prosa. Ahora, con la donación de su archivo, su vida y su obra quedarán por fin al alcance de todo el mundo.

 

Carlos Díaz Redondo

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Como todos sabéis ya, la Biblioteca Nacional de España, responsable de la custodia, tratamiento y difusión del patrimonio bibliográfico y documental español, atesora entre sus fondos un buen número de archivos personales.

El incremento en el número de donaciones y adquisiciones que tuvo lugar durante la década de los 90 hizo necesario poner en funcionamiento una serie de criterios archivísticos ligeramente diferentes a los criterios bibliográficos, con el fin de mejorar el acceso público a esta clase de paquetes documentales.

Si os interesa conocer un poco mejor el tratamiento técnico que reciben esta clase de fondos de archivo en el entorno bibliotecario, aquí os dejamos un excelente recurso firmado por María José Rucio Zamorano, ‎responsable del Servicio de Manuscritos e Incunables de la Biblioteca Nacional de España.

RUCIO ZAMORANO, María José. Los archivos personales, fondos visibles en la web de la Biblioteca Nacional de España. Comunicación presentada en las Quintas Jornadas de Archivo y Memoria. Extraordinarios y fuera de serie: formación, conservación y gestión de archivos personales. Madrid, 17-18 febrero de 2011. Disponible en: http://www.museodelferrocarril.org/archivo/pdf/archivoymemoria05/5J_Com_30_Rucio_web.pdf

 

Carlos Díaz Redondo

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Todos sabemos que aún hoy existen Ayuntamientos en los que la figura del archivero profesional brilla por su ausencia. En estos entornos, a veces por falta de fondos y otras veces por mera desidia, una vez perdida la utilidad para la gestión diaria de la corporación los documentos dejan de tener relevancia. Sin ir más lejos, estoy seguro de que muchos de vosotros habéis residido en un pequeño municipio cuyo archivo no deja de ser un montón de papeles apilados en cajas a lo largo de años, relegados a un habitáculo remoto donde no molestan demasiado… 
 
De cualquier manera, ¿alguna vez os habéis preguntado cómo funcionan -o deberían funcionar- las políticas de preservación, conservación y restauración aplicadas a este tipo de fondos documentales? 
 
Si sentís curiosidad, aquí os dejamos un estupendo artículo de Javier Bueno Vargas y Elena Vázquez Jiménez publicado en ARCH-E, en el que abordan la problemática de la conservación de fondos documentales tomando como ejemplo los archivos municipales de poblaciones de pequeño y mediano tamaño. 
 
BUENO VARGAS, Javier y VÁZQUEZ JIMÉNEZ, Elena. Archivos municipales en pequeñas y medianas poblaciones: principales materiales y pautas básicas para la 
 
 
Carlos Díaz Redondo
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Jueves, 16 Octubre 2014 00:00

Comprender los archivos nobiliarios

Probablemente no exista mayor cuna de archivos personales en España que la Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional. Funcionando de forma autónoma desde 1993, está emplazada en el emblemático Hospital Tavera de Toledo, propiedad una de las casas puntales de la nobleza española: los Medinaceli (como no podía ser de otra manera).

Durante mucho tiempo esta sección ha sido mal considerada un cementerio de archivos. A la par que moría la vieja nobleza sus fondos documentales eran vendidos sin demasiado pudor, en muchos casos previamente expurgados y fraccionados en partes, siendo adquiridos finalmente por el Estado e incorporados a Tavera (con excepciones, claro: los Alba, los Medina Sidonia y los Medinaceli, entre otros, han destacado por mantener bajo su control el legado documental generado por sus linajes).

A continuación os dejamos un artículo de Aránzazu Lafuente Urién, directora de la Sección Nobleza, acerca de la formación y conservación de este tipo de fondos. Se trata de un texto imprescindible para conocer la situación de los archivos nobiliarios españoles hoy en día.

LAFUENTE URIÉN, Aránzazu: Los archivos nobiliarios: formación y conservación. La Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional. En: SARASA SÁNCHEZ, Esteban y SERRANO MARTÍN, Eliseo (eds.): Estudios sobre señorío y feudalismo: homenaje a Julio Valdeón. Zaragoza: Institución Fernando el Católico, 2010, pp. 27-75.  Disponible en: http://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/29/92/03lafuente.pdf

 

Carlos Díaz Redondo

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Veintidós años después de su puesta en marcha, la Fundación Jorge Guillén comienza a despuntar como una de las instituciones culturales más representativas de Castilla y León en cuanto a la tenencia y custodia de fondos documentales personales.

Creada en 1992 con el fin de honrar la memoria del poeta vallisoletano Jorge Guillén, y dedicada con ahínco a la difusión de la obra de personalidades e intelectuales vinculados a la cultura castellanoleonesa, esta Fundación acumula en su archivo hasta 29 fondos documentales de carácter personal. Muchos de ellos se encuentran, aún hoy, pendientes de ordenar, catalogar y ser digitalizados.

Entre estos fondos destacan sin lugar a dudas los archivos privados de personajes tan relevantes como los escritores Rosa Chacel, José Luis Giménez-Frontín o Elena Martín Vivaldi. Ahora, tras la firma de un convenio de donación pactado el pasado mes de mayo, el último en depositar parte de su memoria en la sede vallisoletana de la Fundación ha sido el reputado etnógrafo y musicólogo zamorano Joaquín Díaz.

Después de cincuenta años de trayectoria en investigación y difusión de la cultura tradicional, Joaquín Díaz, prolífico escritor y articulista, pionero en el estudio de la música sefardí y Director de la revista Folkore desde su génesis, se perfila como una de las figuras más reputadas del panorama académico musical.

Entre los numerosísimos méritos que avalan su trayectoria se encuentra su nombramiento como Presidente Titular Honorífico de la Cátedra de Estudios sobre la Tradición de la Universidad de Valladolid, el ser Doctor Honoris Causa por el Saint Olaf College de Estados Unidos o Académico numerario de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid y haber recibido la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.

Según ha trascendido, su donación convierte en público un extenso epistolario formado por más de 10.000 cartas que no solamente ponen de manifiesto las inquietudes del autor, sino que además rescatan las palabras de figuras de gran renombre. Así, entre su correspondencia, podemos encontrar misivas de colegas de la profesión, cantautores de la España de los años 60 y 70 u otras importantes personalidades, caso de Peter Seeger, uno de los mayores exponentes de la canción folk americana, o el mismísimo Miguel Delibes.

Tras esta generosa aportación, se espera recibir un paquete de 20.000 correos electrónicos volcados en soporte papel que completarán la visión panorámica de la correspondencia privada de una figura tan destacada en las artes como comprometida con Castilla y León.

 

Carlos Díaz Redondo

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Lunes, 22 Septiembre 2014 00:00

Un acercamiento al archivo personal de Negrín

Todavía hoy existen archivos que, a pesar de su importancia, sorteando toda vicisitud, han llegado hasta nosotros prácticamente desconocidos, inexplorados. Tal es el caso del archivo personal de Juan Negrín López. Para los archiveros más jóvenes, a quien este nombre quizás nos toque muy de lejos, es obligado recordar que este curioso personaje, catedrático de Medicina, fisiólogo de profesión, maestro de eminentes científicos como Severo Ochoa o Grande Covián, se perfila como una figura clave para comprender las luces y las sombras de la política española y europea de mediados del siglo XX.

Diputado a Cortes en repetidas ocasiones, Ministro de Hacienda y de Defensa Nacional, y último Jefe del Gobierno durante la II República Española, Negrín tuvo una prolífica carrera política truncada, como la de tantos hombres y mujeres, por el levantamiento militar del general Franco. En 1939, terminada la Guerra Civil, habiendo triunfado el golpe del fascismo, Negrín se vio obligado a marchar al exilio, de donde nunca más regresó. Al hacerlo salvaba algo más que su vida: a la par que salía de España, lograba poner a salvo un tesoro para la Historia.

Integrado por documentos de todo tipo -desde correspondencia personal y papeles privados hasta documentación generada por los Ministerios de Hacienda y Defensa o por la Presidencia del Gobierno-, su archivo viajó con él hasta Francia. Allí lo preservó tan celosamente hasta el momento de su muerte, acaecida en París en 1956, que incluso durante mucho tiempo llegó a creerse que la existencia de este paquete documental era resultado del imaginario colectivo. Recientemente cedido en custodia al Cabildo de Gran Canaria por su nieta, Carmen Negrín Fetter, el fondo está compuesto por más de 150.000 documentos conservados hoy en Las Palmas, en la Fundación que lleva su nombre, responsable de su gestión.

De vuelta en España, gracias a un convenio logrado con el Ministerio de Cultura, el archivo fue sometido a un minucioso proceso de digitalización que ha originado cuatro copias. Una quedó para sus descendientes, una segunda para la Fundación, una tercera para los Archivos Nacionales de Francia, mientras que la última fue a parar al Centro Documental de la Memoria Histórica.

Los esfuerzos por abrir este legado de valor incalculable al público investigador han generado un completo cuadro de clasificación, que ya está disponible para su consulta, así como una extensa base de datos, resultado de un laborioso vaciado de autoridades, que pronto se pondrá en línea.

Según los responsables del tratamiento del fondo, hasta tal punto resulta desconocido este archivo que se cree que solamente un 5% ha sido explorado a día de hoy. Quizás por tal razón, en pleno ánimo difusor, la Fundación Juan Negrín acaba de inaugurar una exposición que rescata 32 fotografías inéditas, seleccionadas entre las más de 3.500 que integran la colección personal del político canario.

Estas 32 imágenes se organizan en torno a varias perspectivas -la mujer, el frente de guerra, las letras, la sanidad, el patrimonio…-, y rescatan escenas tan dispares como diferentes aspectos de la vida cotidiana del propio político o la destrucción del madrileño Palacio de Liria, residencia de los duques de Alba, que quedó reducido a sus cuatro fachadas por una serie de bombardeos que tuvieron lugar durante la contienda. Se trata, sin duda alguna, de una admirable iniciativa que sería aún mejor si pronto viésemos la muestra fotográfica convertida en una exposición virtual abierta al mundo.

 

Carlos Díaz Redondo Y Cristina Gómez Gutiérrez

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El Monasterio de Santa María de Bellpuig de las Avellanas, fundado en el año 1166 por la Orden de Canónigos Premonstratenses en el lugar de Os de Balaguer, Lérida, restauró recientemente el documento más antiguo que custodiaba entre los fondos de su archivo. El texto, escrito sobre pergamino de cordero en letra gótica catalana, estaba redactado en latín y en catalán antiguo y databa del 4 de mayo de 1420. Se trataba ni más ni menos de una concesión de gracia, otorgada por el entonces padre abad a favor del vecino lugar de Vilanova de la Sal, por la que se permitía a sus habitantes plantar viñas, recoger leña, o que los rebaños pudieran pastar libremente en las inmediaciones del monasterio.

La importancia de este pergamino del siglo XV radica en ser el único testimonio de época medieval custodiado en el archivo que ha sobrevivido hasta nuestros días. Es necesario tener en cuenta que la mayor parte de los fondos documentales del monasterio fueron objeto del saqueo o terminaron disgregados en diferentes archivos tras la desamortización de Mendizábal, que tuvo lugar en el año 1836.

Y es que los procesos de desamortización, que se iniciaron con la mal llamada desamortización de Godoy en 1798, y que continuaron durante gran parte del siglo XIX por las políticas liberales de Juan Álvarez Mendizábal, Baldomero Espartero y Pascual Madoz, sembraron el país de exclaustraciones forzosas. Cientos de conventos y monasterios quedaron así desiertos, pasando su propiedad a manos del Estado a cambio de indemnizaciones muchas veces ridículas. La venta de estos inmuebles a la poderosa nobleza y a la ya pudiente burguesía generó un suculento caudal destinado a cubrir el desproporcionado déficit público.

Más allá de todo esto, lo cierto es que estos procesos supusieron, como quien dice, una serie de catastróficas desdichas para el clero. La Iglesia no sólo vio con impotencia mermadas sus posesiones, y con ello, dicho sea de paso, buena parte de sus ingresos, sino que además en muchos casos hubo de dar por perdidos tesoros artísticos de incalculable valor, entre los que hemos de contar grandes bibliotecas formadas por códices manuscritos e incunables, y por supuesto, sus valiosos archivos. Aquellos que no se pusieron a buen recaudo, transferidos a otros archivos eclesiásticos, desaparecieron a merced del robo, la apropiación indebida, o lo que es peor, la indiferencia y el olvido.

Según se informó, la recuperación de este documento formaba parte de un proyecto aún mayor que tiene como fin la restauración y digitalización de una parte del fondo histórico custodiado en el Archivo del Monasterio de Bellpuig de las Avellanas, y del que aún no hay noticias.

Sirva esta iniciativa como ejemplo de la enorme labor que la gran mayoría de archivos eclesiásticos viene llevando a cabo desde hace años en pos de la conservación y difusión de sus fondos. Labor que en muchas ocasiones han de realizar a duras penas, pues las partidas presupuestarias destinadas a la gestión de sus centros son habitualmente reducidas y la contratación de nuevo personal cualificado casi nula.

Con todo, es necesario reconocer este esfuerzo por poner a disposición de la ciudadanía los entresijos de una institución que durante siglos ha generado unos fondos documentales tan sumamente ricos en todos los aspectos, que hoy bien podría escribirse la historia de este país sin necesidad de salir de sus archivos.

 

Carlos Díaz Redondo

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Este mes de agosto se ha cumplido un año desde que la Biblioteca Nacional de España clausurase con éxito la exposición "La transición en tinta china", una valiosa muestra de humor gráfico de corte satírico que, a través de las ilustraciones de artistas como Ballesta, Borges, Guillén, Siro, El Perich o Peridis, retrataba de manera magistral la transición de la dictadura franquista a la democracia. Poco hacía presagiar entonces que doce meses después, cuando aún se siente tan reciente la desaparición del ex presidente Adolfo Suárez, este periodo histórico habría de ser examinado con lupa por los medios de comunicación en busca de señales que expliquen el incesante tambaleo del sistema político que inexorablemente vivimos cada día.

De cualquier manera, precisamente a raíz de la celebración de esta exposición, importantes dibujantes como Juan Ballesta o Siro López Serrano tomaron la decisión de donar una parte de sus archivos personales a la Biblioteca Nacional de España. El fin, es de sospechar, era dar con aquel curioso salvoconducto hacia la eternidad que supone engrosar los fondos de uno de los buques insignia entre las instituciones que luchan permanentemente contra el olvido. Uno de los últimos en sumarse a esta iniciativa fue el dibujante satírico y escenógrafo Joan J. Guillén, que el pasado mes de febrero donó parte de su archivo compuesto por diferentes ilustraciones, bocetos y cuadernos de escenografía.

Es curioso que hace unos días, cuando comentaba en voz alta esta reflexión, alguien me preguntaba confundido: ¿un puñado de dibujos, unos cuadernos… conforman un archivo? Pues depende, claro. En este caso nos referimos a una parte del archivo personal de Guillén pues, no en vano, hablamos de un conjunto de documentos, propiedad del artista, producidos por él mismo en el desarrollo de sus artes. Es precisamente ese tinte personal, que deja la más fiel impronta de una vida y sus complejidades al descubierto, uno de los alicientes más extraordinarios cuando nos enfrentamos al estudio de este tipo de archivos.

La donación firmada por Guillén, que lamentablemente tan escasas líneas ha suscitado en la prensa tradicional, ha convertido en propietaria de estos fondos a la Biblioteca Nacional de España que, durante los últimos años, viene acumulando una considerable cantidad de archivos personales de escritores, fotógrafos, músicos, etc. Es más, si repasamos su lista de donaciones, solamente en los tres últimos años descubriremos un buen número de entregas de similares características. Entre ellas destacan las realizadas por los literatos Antonio Muñoz Molina y Jesús Marchamalo, que cedieron parte de sus archivos en el año 2012, o la del compositor y director de orquesta José Luis de Delás, que el pasado mes de agosto depositó un buen número de borradores y manuscritos.

Estos actos desinteresados, que deben ser siempre reconocidos, son como mínimo ventajosos en ambas direcciones, pues no aseguran únicamente la supervivencia de los archivos personales de numerosísimas personalidades llevando su nombre, como mencionábamos más arriba, hacia la memoria eterna, sino que suponen también el enriquecimiento del patrimonio documental y artístico del país. Sea como fuere, de lo que no cabe duda es que gestos como el de Joan J. Guillén salvarán del olvido la visión de una pequeña parte de la historia contemporánea, aquella que supuso el feliz tránsito, del ahogo de la represión a la superficial concordia, y que podrá ser estudiada en el futuro, gracias a la conservación de estos fondos personales, desde de la sátira, el humor, el color y la tinta.

 

Carlos Díaz Redondo

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